En voz bajita le dijo te quiero, acompañado de una caricia por debajo
de la mesa. Sus ojos se tornaron cristalinos, somatizando su felicidad, y
el corazón, marchito de desiluciones, empezaba a florecer nuevamentey a
latir por un único motivo; por él. Hoy, está más allá de las nubes que elige,
más allá del trueno y de la tierra firme, recorre el confort, las
estrecheces que quedaron atrás y es razonable que reclame la vida que merece.
Silencios que duelen más que mil palabras, silencios que hablan por sí solos alegorizando el
antagonismo constante que rige en torno a la vida. Estar en silencio es una manera de hablar callados; de rendirle tributo a la suposición,
sembradores de dudas, y de alguna manera, es un esmerilador de almas.
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